Enrique Peña Nieto, el espurio presidente de la República Mexicana, piensa que somos unos estúpidos y que no nos damos cuenta de nada de lo que ha hecho durante sus tres horrendos años de gestión, en los cuales ha habido una alta corrupción y una inseguridad pública que ha rebasado las fronteras. Su periodo está lleno de baches y de retroceso, como el de volver al presidencialismo, al dedazo, a la omnisciencia del ejecutivo y a la violencia como la solución par callar las voces de un pueblo cansado de ser oprimido y engañado.
En tres años Peña Nieto impuso la reforma energética y educativa violando sistemáticamente todos los derechos de los trabajadores del Estados, al menos de los más representativos, el de los maestros y el de los petroleros. La intención de las reformas es acabar con el sindicalismo en México y dejar huérfano de poder a los trabajadores para que ya o sean un obstáculo para las ideas conservadoras del gobierno y el avance del liberalismo económico en su máxima expresión, la llamada globalización, que no es más que la apropiación de un pequeño grupo de las empresas del mundo y de lo que ellas conllevan. Los dueños del mundo se comen a los países más pobres del orbe, entre ellos México, y sus líderes políticos lo permiten porque así se llenan los bolsillos de dinero.
Los poderosos compran a todos o a casi todos y a los que no pueden comprar los aplastan con su maquinaria mediática o los asesinan. Hay muchas maneras de matar a los adversarios del neoliberalismo y una de ellas es dándoles un poco de poder para que no digan nada, como el PRI hizo con el PRD y con el PAN, un partido que nació siendo de izquierda, el primero, y otro, que nació siendo de oposición a las canalladas del PRI. El dinero acabó con cada uno de ellos y ahora se mueven en el pantanoso mundo de la corrupción y son atacados con las que fueran sus propias armas.
Peña es el presidente más manejable de todos los presidentes de México, el más conservador, el retroceso que está habiendo en el país no es algo que él ignore, sino que es algo que sus jefes empresarios planearon para apoderarse de las riquezas de México y de sus mercados.
Somos un país consumista y para eso nos quieren los gigantes económicos del orbe, para que compremos lo que ellos producen y nos venden, es como una tienda de raya global, a la cual vamos después de jornadas de 18 horas buscando la forma de sobrevivir y después, al darnos de que la limosna que nos pagan no nos alcanza, le pedimos prestado al patrón, quedándonos endrogados hasta nuestra irremediable y triste muerte.
Que informe Peña sobre los 43 estudiantes de Ayotzinampa, sobre los muertos en Tlatlaya, sobre los 17 pesos con sesenta centavos que vale un dolar, que en realidad son 17,600 pesos, de los más de 55 millones de pobres, de los asesinatos de periodistas en Veracruz, de los encarcelamientos y muertes de los líderes de las autodefensas en Michoacán y de la tristeza enorme de ver cómo nuestro bello país se vuelve una colonia, un lugar de descanso, un simple patio de los empresarios y los gobviernos capitalistas del mundo.
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